Aleña
impresiones poéticas - Veronisia Raggio
“Se aprende a descifrar
silencios, cuando se ha caminado lo suficiente…”
Alejandro
Martínez
Demás
está decir que de comienzo a fin he experimentado en carne viva sensaciones con
las que estoy familiarizado desde hace mucho tiempo, la soledad, el amor, lo
oscuro, la muerte y la búsqueda.
Por
momentos se deja ver un ser-anhelo (hombre o mujer que más da), que también se ausenta
en situaciones importantes, y que aparece en la poesía que crea el clima justo
de expectativa, mírame brillar, reproches y hastío.
Sensaciones
del ser incompleto, de espacios vacíos que generan el temor existencialista
frente a lo que puede devenir en un instante, lo fugaz y la finitud de la vida,
que me ha dejado ecos en frases tan aterradoras como la realidad misma:
“recuerdos quedan en el asfalto/ en los frentes de las casas/ mi vecino/ un
cuerpo tendido…”
Siento
que al leerla encontré una parte de mí, regada en metáforas y palabras; me he
asombrado con las imágenes generadas en el lienzo de mi mente, como si hubieran
sido talladas en madera, donde: “ cae un trago tras otro trago/la tarde nos
oscurece/ en el patio y la calle…/nadie es testigo de tu desnudez/de mi
negación…/más líquidos y sustancias /te esperan para amarte/ y que no se note/y
que no se sepa la destrucción/ que te construye…
Me
presentó el terrible espejo donde me miré en noches locas de rock, satanismo y
excesos que “destruyeron y construyeron” al ser que en este momento está
reflexionando sobre la poesía, y que en algún momento escribiera un haiku que
dice:
XL
C
a
e
La fuerza de las imágenes de la poesía N° 14 es invencible, como
también la nostalgia de la numero 15; momentos pendulares y tormentas de
sentimientos. Respirar profundamente con aquel nudo en la garganta que con
inconvenientes deja escribir en soledad, contemplando aquel némesis o porque no
el Waterloo de una relación.
“Saberte tan cercano, y quererte de lejos, buscando distancias,
enredarme en tu boca. No. No. Tu boca me hiere…”
Encontrarme
descifrado en palabras de otro poeta es aterrador, genera dudas, y planteos
sobre caminos a transitar, pero también es alentador, al anoticiar a ésta mente
dispersa y rebelde que lo caminado hasta éste momento no ha sido jamás en vano.
Una
duda planteada fue: ¿son las palabras justas del poeta, las circunstancias del
lector, o a conjunción de ambas, las que determinan el valor de un poema?.
La
poesía es como un buen perfume o vino, en el caso del primero debe contener 3
acordes para formar una afinidad armónica, la cabeza (que es la primera
impresión, y que dura unos minutos), el corazón (que dura varias horas) y la
huella (que dura varios días, en mi caso y por razones excepcionalísimas mucho
tiempo), aquí es grato haber encontrado estas características.
Ha
quedado la huella del poema, como esa estela que se niega a desaparecer en un
crepúsculo, quizás como aquel “eco de tu voz” que estremece el cuerpo en el
silencio de los pasos en una gran ciudad.
Aleña
ha cumplido con una regla que adopte hace mucho tiempo, y que me hizo
desenterrar un poema escrito varios años atrás, tan vigente hoy para mí en esta
sección (tal vez en toda la poesía):
“Todavía hay mujeres que pueden descifrarme
Y solo a
ellas me entrego manso…”
Alejandro
Martínez octubre 2014
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