lunes, 29 de septiembre de 2014

La historia de Liza






La historia de Liza*


Un señor mayor de unos 70 años, muy acongojado pone un antiguo vinilo en la soledad de su sótano, y suena una vieja canción, con una pequeña introducción de wah wah que lo hace volar a aquella época tan contradictoria, entre feliz y peligrosa, tan lejana que si cierra los ojos por instantes y se sitúa en el momento, puede sentir esa despedida que se convirtió en angustia por la incertidumbre de la ausencia, que hasta el día de hoy sigue calando hondo en sus huesos, y estremece de dolor su alma, es la angustia de la pérdida, es la impotencia de no poder detener el curso de los hechos históricos y revivir cada instante que lo remuerde con la misma intensidad de esos años.

El vinilo gira y mágicamente surge esta canción, “Liza de los ojos azules” de Nicola Di Bari, y a la par se va dibujando una silueta joven que flota en el espacio, de claroscuros y madera, en ése sótano donde funciona el taller del anciano enamorado, ésa silueta gélida y transparente lo mira encantando sus ojos grises, ya cansados.

¿Quien imaginaría que una canción, se ligaría a su torturada alma hasta este presente de supuesta tranquilidad económica, prosperidad y democracia?
Lo tiene todo, una familia, hijos, nietos, también el recuerdo de una esposa ya fallecida, y un perro.

Fidel se encontraba apesumbrado por las añoranzas, salio del sótano, buscó una botella de whisky, regreso y colocó de nuevo el disco de pasta, mientras en silencio fue desarrollándose la canción con ese sonido de fritura que solo los antiguos discos producen, y como un genio que sale de la lámpara mágica, surgió la figura del fantasma de Liza, aquella joven fallecida en el proceso, de la cual se enamoró y nunca más volvió a ver, dicen que sus gritos se acallaron en una comisaria de Morón.

Fidel sonreía, hablaba con ella asegurándole que ya faltaba poco para el reencuentro, el fantasma, con una mirada tierna se acercó y lo besó, jamás se percataron que David, el nieto más pequeño, los miraba oculto detrás de un estante con herramientas.






(Alejandro Martínez del libro Onírico)








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